ESA DROGA QUE DESTRUYE VIDAS
Por Morales Peña Carlos -
La droga corre por las calles de las principales ciudades de Bolivia como reguero de pólvora. Sólo basta observar lo que pasa en los boliches, en las puertas de los colegios...
Quedé impresionado con el relato de Rolando, un joven de 36 años que aparenta 50, y que cuenta el drama de su dependencia de la cocaína y los avatares para conseguir la mortal droga en La Habana, Cuba.
Según el reportaje del periódico español El Mundo, Rolando es un ejemplo de muchos jóvenes, ricos y pobres, que pueden destruir su vida y dar todo por un gramo del polvo blanco. El personaje del trabajo periodístico es hijo de una familia diplomática con un buen pasar para los estándares socioeconómicos cubanos. Él obtiene la droga en el denominado Barrio Chino, en los márgenes de la capital cubana. Con 35 cubanos convertibles compró el gramo de cocaína que su cuerpo le pedía desesperadamente. Tras la inhalación, durante pocas horas era “feliz”, luego, caía nuevamente en las garras de la dependencia. La droga lo llevó a la perdición y al delito. Hoy intenta su rehabilitación, pero sabe que está en un túnel que parece no tener luz al final del camino.
Quedé impresionado con el testimonio de Andre Agassi, el famoso tenista italiano que, en su biografía, confiesa que utilizó metanfetaminas conocidas como “cristal” para mantenerse en forma y garantizar sus triunfos en cancha, en 1997. Me pregunto cuántos millones de jóvenes y niños tuvieron a Agassi como ídolo del deporte mundial y qué sentirán al saber que una parte de esa carrera fue una farsa, una pose bajo los efectos de la droga, todo por vencer a cualquier precio, con cualquier medio.
Además, pienso en los otros jugadores que se enfrentaron a Agassi y se esforzaban por ganarle, pero no podían hacerlo porque jugaban con una desventaja que desconocían, la droga. La confesión del italiano mancha, por otra parte, a todo el deporte profesional, cuya confianza y credibilidad se deteriora cuando escuchamos más frecuentemente de lo esperado que grandes deportistas sucumben a la tentación de sacar ventaja con esteroides y drogas de todo tipo. Agassi mintió, en ese entonces, cuando autoridades deportivas lo revisaron y le preguntaron si había consumido estupefacientes, y él dijo que había sido sólo un accidente.
No salgo de la impresión cuando observo las cifras bolivianas sobre consumo de cocaína, marihuana y otras drogas que van en ascenso. Un mal que se extiende, mientras las políticas estatales miran para un costado o no tienen la contundencia necesaria para enfrentar el flagelo.
A su vez, iniciativas privadas u organizacionales avanzan con mucho esfuerzo en la prevención y la educación contra las drogas.
Pero el mal es más grande y más efectivo que todos estos esfuerzos. La droga corre por las calles de las principales ciudades de Bolivia como reguero de pólvora. Sólo basta observar lo que pasa en los boliches, en las puertas de los colegios, en la plaza San Francisco, en bares y cantinas, y otros sitios donde ya es moneda corriente.
Habrá que preguntarse quiénes se benefician con la producción y comercialización de drogas. Quiénes sustentan esa industria. Y qué políticas la socapan con el mayor de los descaros. La flexibilización en la erradicación de la hoja de coca, por ejemplo, y su legalización, sabiendo que la mayor parte de esa producción va a la producción de cocaína.
Enviado por LOBO, 11/02/09
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