Tema serio para gobierno engreído
Winston Estremadoiro*
No tengo la menor duda. El presidente Evo Morales es lo que se llama en lenguaje coloquial un conchudo, no en el sentido latinoamericano de sinvergüenza o caradura, sino en el boliviano de persona suertuda a la que alude la expresión “tiene más concha que espalda”. A la simpatía casi rousseauniana del primer mundo con el indígena que llegó a Primer Mandatario, cabe añadir que pocos eventos en el contexto mundial han desfavorecido su gestión. Tómese la economía. La recesión económica planetaria apenas zarandeó la chalupa boliviana, cuando casi zozobraron fragatas de potencias emergentes y trasatlánticos de países ricos, con el oleaje después del tsunami de la crisis financiera de 2008.
Lo pequeño es bello se ajusta a una apreciación de la economía boliviana apenas afectada en 2009 por la crisis. Pero en vez de la grandilocuencia del magnate de los 25.000 libros, en sentido de que el país es ya una potencia, cabría tomar cuenta de ventajas y desventajas del enanismo económico de la patria, cuyo producto interno bruto algún gringo equiparó al de una ciudad de mediano porte en uno de los 51 estados de su país, con la mitad de la población y una décima parte del territorio boliviano.
Ventajoso es bogar como pecio encima del oleaje tormentoso de crisis como la de 2008. La demanda de potencias emergentes mantuvo buenos precios de los minerales. La contracción económica de Brasil redujo la demanda del gas, de todas maneras, el país no ha podido suplirla, por la obtusa política en hidrocarburos y la resultante sequía de inversiones. Pero es necio el triunfalismo de ser la única economía que crecerá en la región. El augurado 3% de crecimiento de la chalupa económica boliviana, no da ni para los puchos en la fragata chilena. Según un analista, el manejo de la economía ha sido neutro. Si se avanzó, fue por inercia. ¿O por la pichicata?
La desventaja es obvia al machacar que sólo con el crecimiento sostenido de la economía se logrará una torta más grande para repartirla más equitativamente. Cabe la pregunta: ¿cuánto del 60% de bolivianos pobres mermarán con el desfile folklórico de nuevos —y bisoños, por no decir ignaros— levantamanos plurinacionales ataviados con galas nativas, en una quizá mejorada representación nacional? No se puede exprimir más al empobrecido sector medio de la población, que se viste de segunda mano y maneja vehículos usados, ambos de contrabando. ¿Cómo exigir honestidad a los funcionarios públicos, cuando se les rebaja sueldos por un falsario tope del salario presidencial?
Vienen al caso una recomendación sensata y una recordación ominosa a un gobierno engreído.
La primera tiene que ver con el gigantismo de proyectos con que se llenan la boca los que mandan. Dejen ya de hablar de la industrialización del país, obsoleto vellocino de oro que motivara ensueños latinoamericanos de mediados del siglo pasado. Por ejemplo, desarrollar un sector automotriz en base al hierro del Mutún, con carros energizados con el litio del Salar de Uyuni. Alguna mordaz lengua habla del Evón Uno, prototipo que no podría competir con autos usados de la colusión de importadores iquiqueños y vivillos criollos del transporte libre. ¡Preocúpese el gobierno de sacarles impuestos y exigir estándares medioambientales!
La recordación ominosa es que este régimen es uno de media decena de ratones que siguen al flautista de Caracas, al compás del decrépito tamborilero de La Habana. Puede ser una forma de llegar al mar —y ahogarse en él, como en la fábula de los Hermanos Grimm. Porque con Piñeira o Frei, de los arrumacos de Evo con Michelle y de la agenda de 13 puntos —incluido el tema marítimo— solamente quedará la risa del sexo de las piedras.
Ratifico lo dicho antes: para vaticinar lo que pasará en la Bolivia de Evo Morales basta mirar en el espejo de la Venezuela de Hugo Chávez. No es paisaje alentador. En el derrochador país bolivariano, dice uno que no firma su análisis quizá por miedo, sólo queda puro papo “después de 11 años recorriendo el mundo, 11 años de cadenas y programas dominicales y actos especiales a cada rato con un eje discursivo inalterable: revolución, justicia social, igualdad, honestidad, ética y moral socialista”. La realidad es que el aumento de mayorías pobretonas contrasta con nuevas minorías ricachonas. La “enorme ineficiencia de los próceres del proceso y a la falta de controles y tribunales serios” hizo desaparecer “950 mil millones de dólares”. La deuda aumentó “hasta 100 mil millones de dólares”. Se deben “10 mil millones en pasivos laborales, 4 mil millones a contratistas y proveedores de PDVSA, 500 millones a los bancos…cerca de mil millones a laboratorios, más de 600 millones al sector automotor, la crisis financiera anda por otros 4 mil millones, 2 millardos a las empresas vinculadas a VenAmCham, 10 mil millones en pagos para empresas expropiadas, 6 mil millones en empresas fallidas o quebradas como Sidor y otras por el estilo”.
El vistoso joropo venezolano es humilde cueca boliviana, pero es baile derrochador al fin. Sin pensar en el desperdicio de la ineficiencia y corrupción en empresas estatales, ¿cuánto se pagará por las nacionalizaciones pasadas y por venir? Ni bien se rompe la barrera de ocho mil millones de dólares en reservas del país, ya se han rifado mil millones para la nueva YPFB. Mientras el déficit fiscal del próximo año alcanzará casi mil millones de dólares, se prevé un descenso del 9% en recaudaciones tributarias y disminuyen las remesas de bolivianos en el exterior, el gobierno merma otros mil millones de las reservas para proyectos en el sector eléctrico y aumentar la producción de alimentos en el país, que sabe Dios quién fiscalizará.
¿Da para tener fe en la conducción económica del país? Engrupidos abstenerse de contestar.
*Winston Estremadoiro
es antropólogo.
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